No darle gusto al diablo

El Diálogo Nacional del que la Conferencia Episcopal de Nicaragua es mediadora y testigo, está en crisis por culpa de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Ante la falta de respuesta de Ortega a la propuesta de adelantar las elecciones como medio cívico y constitucional de resolver la crisis de gobernabilidad de Nicaragua, el incremento de la represión contra el pueblo, las mentiras e incumplimientos del régimen y la brutal y sacrílega agresión de las turbas orteguistas contra la Iglesia y sus obispos y sacerdotes, los obispos han considerado si vale la pena o no seguir con el Diálogo Nacional.

Pero es obvio que lo que quiere la pareja dictatorial Ortega y Murillo es precisamente que los obispos renuncien al Diálogo Nacional. Apuestan a que la Conferencia Episcopal lo dé por fracasado, porque no lograron convertirlo en un medio de apaciguamiento para poner fin a la rebelión pacífica de los ciudadanos y restablecer la normalidad del régimen orteguista. La consecuencia moral de los obispos, la resistencia de los ciudadanos autoconvocados y la firmeza política de la Alianza Cívica no les permitieron conseguir ese propósito.

También en el campo amigo se impugna al Diálogo Nacional, porque no ha logrado que termine la represión, no ha sido capaz de obtener la renuncia de Ortega y Murillo ni ha formado una junta de gobierno provisional para la transición democrática.

Pero el Diálogo Nacional no puede ser el instrumento de apaciguamiento del pueblo —como querían Ortega y Murillo que fuese—, ni tampoco un consejo revolucionario para derrocar a la dictadura y organizar un gobierno provisional de transición, como ha pretendido algunos dentro del campo opositor.

En realidad, el Diálogo Nacional solo puede ser una instancia para tratar de lograr un acuerdo político que abra el camino a la solución de la crisis por medio de la democratización, lo que significa la propuesta de los obispos de adelantar las elecciones.

En este sentido, a pesar de los avances de la dictadura quitando tranques mediante la represión sanguinaria, el Diálogo sigue siendo necesario y válido porque los ciudadanos no han sido derrotados, no han claudicado ni aceptan someterse nuevamente al régimen de Ortega y Murillo. Pese a los esfuerzos de la dictadura, la crisis de gobernabilidad se profundiza y el Diálogo Nacional sigue siendo el mejor camino para resolverla democráticamente, para lo cual cuenta con credibilidad y el respaldo de la comunidad internacional.

Sin duda que si los obispos dieran por fracasado el Diálogo Nacional, Ortega y Murillo montarían una farsa sustituta con religiosos sin escrúpulos y políticos corruptos, para hacer una componenda y asegurarse que seguirán en el poder hasta 2021, inclusive más allá.

De manera que mientras Ortega no acepte la propuesta de adelantar las elecciones, los obispos no deberían convocar a sesiones plenarias, porque por ahora no tendría sentido. Pero no se debe dar gusto al diablo declarando fracasado el Diálogo Nacional.

Leer en La Prensa

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