En 1994 me preguntaron durante una entrevista radial si creía que en Cuba la gente se lanzaría a las calles a protestar, pues vivían en pleno Período Especial, la etapa más crítica del castrismo por perder su principal fuente de divisas: la Unión Soviética. Respondí que a la única calle a donde podrían lanzarse sería al Malecón habanero, pero para buscar cómo cruzar el Estrecho.
Pocas semanas después se produjeron los disturbios conocidos como “Maleconazo”, que comenzaron con una concentración de gente por el rumor de que iban a permitir un éxodo masivo como Camarioca (1965) o el Mariel (1980), y al comprobarse que era incierto, la frustración y la desesperanza empujó a la multitud a actos vandálicos y gritos antigubernamentales.
La dirigencia desató la represión y luego, percatándose de que cierto sector se había vuelto peligrosamente explosivo, abrió un nuevo flujo migratorio, el llamado “éxodo de los balseros”, a sabiendas de que serían aceptados en Estados Unidos por la Ley de Ajuste Cubano, ley que no obstante criticaban por alentar la fuga de profesionales y funcionarios cubanos. Así, como comúnmente ocurre, una falsa percepción de la realidad se convirtió en real. La percepción no había sido el fin del régimen sino justamente lo que se materializó: la fuga masiva.
Justamente, la creencia generalizada de que el régimen donde nacieron y crecieron es invencible, de que no puede ser desarraigado, es la mayor garantía de su perdurabilidad, lo cual ha llevado a muchos a arriesgar su vida en el mar antes que manifestarse contra el poder. ¿Por qué arriesgarse a perder su “libertad” –vale decir, su provisional condición extracarcelaria– por algo que según ellos, no llevaba a ninguna parte? Y esa no es la actitud peor: otros colaboran con “lo inevitable” mediante el apoyo al poder a cambio de algunas prebendas. La enseñanza es que no importa que una dictadura toque fondo, como lo fue el Período Especial, si la percepción general la favorece. Sólo un cambio de percepción puede llevar a cambiar la realidad. Pero eso sólo podía ser posible mediante la información y la comunicación. De ahí que una de las tareas del régimen fuese frenar en lo posible el acceso de la población a la tecnología moderna de la telecomunicación.
No obstante, tras el éxodo de los balseros, el presidente Clinton dio el primer paso para desmantelar en la práctica la Ley de Ajuste Cubano con su decreto de “Pies secos, pies mojados”, según el cual, todo cubano sorprendido en el mar iba a ser devuelto. Sólo se aceptaría a los que lograran tocar tierra firme. Esto, por supuesto, no detuvo el goteo de balseros intentando alcanzar la costa, goteo convertido en llovizna permanente por el propio régimen cuando necesitó usar la válvula de escape de sus periódicos aguaceros migratorios y no pudo por la situación internacional.
La reanudación de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos bajo la administración Obama cambió toda la dinámica. Generalmente se dice que éste fracasó al hacer concesiones al gobierno cubano que no fueron reciprocadas. Esto no es del todo cierto si tenemos en cuenta las medidas para facilitar los viajes. Y por otra parte, no se mide el impacto en la población de esas concesiones. El solo permitirse que el discurso del presidente estadounidense pudiese ser escuchado por toda la población, fue de gran importancia por la conmoción generada en la ciudadanía. La política de Obama perseguía “la participación ciudadana y el acceso a internet como herramientas para empoderar a los cubanos hacia el cambio”. Eran concesiones pero con cierta dosis de veneno. Y al mismo tiempo, ofrecía a Raúl Castro el antídoto: “Es preferible presidir los cambios antes que los cambios le pasen por arriba”. Pero a última hora, éste no se atrevió a presidirlos. Y luego, antes de retirarse Obama de la Casa Blanca, puso fin a la ley de “Pies secos pies mojados”. Ahora todo cubano que llegara ilegalmente, sería devuelto. La válvula de escape se cerró definitivamente, por lo que desde entonces todo cubano sin la posibilidad de emigrar legalmente, no tendría otra forma de alcanzar la libertad individual que luchando por la de todos.
Y al mismo tiempo, con mayor acceso a la información, se ha ido generando poco a poco una nueva percepción de la realidad: que todo aquello que es imposible, se hace posible cuando lo creemos posible.
Escritor e historiador.
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