
No nos deben sorprender los informes de que EEUU podría cerrar su embajada en La Habana, después que el Departamento de Estado reconoció que 21 diplomáticos americanos y sus familiares estacionados en Cuba han sufrido misteriosas “agresiones contra la salud”. Estas incluyen la pérdida permanente de la audición, concusiones, trauma cerebral “leve”, dolores de cabeza, y silbido constante en los oídos, posiblemente como resultado de ondas sonoras dirigidas hacia ellos.
Raúl Castro niega todo conocimiento de que exista agresión alguna, y algunos en Washington instan a EEUU para que le dé al dictador, el general Raúl Castro, el “beneficio de la duda”. Ya se acabó la Guerra Fría, dicen ellos, y la crisis actual no es más que un lapso “inexplicable” de la “constructiva” relación iniciada por el expresidente Barack Obama entre Cuba y EEUU. Pero la constante represión interna que mantiene el régimen y su conducta internacional no justifican una valoración positiva.
Al terminar la Guerra Fría en Europa, la Unión Soviética retiró sus ejércitos de Alemania, Polonia, Checoslovaquia y otros países de Europa Central. El general Castro mantiene hoy en Venezuela lo que Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), llama con gran acierto “un ejército de ocupación”. Tampoco han decaído el apoyo y la estrecha alianza de Cuba con enemigos de EEUU. Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Siria, Irán y Corea del Norte siguen siendo fuertes socios de la dinastía castrista.
La Habana no respeta las normas internacionales. Aun en medio de sus “negociaciones” con la Administración de Obama, el general Castro fue sorprendido intentando enviar de contrabando aviones de guerra y proyectiles a Corea del Norte, en violación de sanciones impuestas por las Naciones Unidas. Los miles de turistas americanos y los millones de dólares estadounidenses que fluyen a las arcas del régimen desde que el presidente Obama levantó muchas de las restricciones a los viajes de norteamericanos a Cuba, no impidieron que la inteligencia cubana se robara un misil americano tras un ejercicio de la OTAN en Europa. La Administración de Obama ni siquiera alertó al Congreso de que se había “perdido”, hasta meses después cuando el Wall Street Journal publicó el reportaje de que había “aparecido” en Cuba. Durante esos meses, sin duda, Rusia, China, Corea del Norte, Irán y otros tuvieron acceso para estudiar el cohete.
Ahora se quiere hacer creer a los americanos que Castro (quien gobierna Cuba con puño de hierro y cuya policía política conoce hasta el más íntimo detalle de la vida de los cubanos) y sus fuerzas de seguridad no han sacado ningún beneficio ni obtenido ninguna información tras haber vigilado a los diplomáticos americanos 24 horas al día. Crea usted eso, y probablemente también creerá que Castro no sabía nada del embarque a Corea del Norte de aviones de guerra cubanos ocultos bajo sacos de azúcar; y que fue solo una “coincidencia” el que un barco espía ruso, que intercepta comunicaciones militares americanas, entrara “casualmente” en el puerto de La Habana el día antes de que llegaran los negociadores de Obama para concertar “el acuerdo para mejorar” las relaciones entre EEUU y Cuba.
Ahora hay un nuevo presidente, Donald Trump, que ha comenzado a retirar algunas de las iniciativas de Obama. Las cosas en Washington siguen siendo complicadas, pero no cabe duda de que los burócratas del Departamento de Estado han hecho resistencia al cambio de política, al igual que los amigos de Castro en el Capitolio, y también los que ponen las ganancias por encima de los principios.
Las lesiones causadas a los diplomáticos americanos y sus familias son ciertas y graves. El general Castro ha puesto reparos, pero no puede evadir la responsabilidad sin reconocer, de hecho, que el régimen es incapaz de cumplir con su deber, según dispone el derecho internacional, de proteger a los diplomáticos.
El presidente Trump debe rechazar las protestas vanas de Castro y exigir a La Habana que ponga fin a sus escandalosas y peligrosas agresiones contra los diplomáticos y las muchas veces ocurrida violación de la valija diplomática. También el Presidente debería ordenar medidas que detecten y desvíen las agresiones sonoras y electrónicas para proteger la Embajada, y traer de regreso a todo el personal diplomático para ser sometido a exámenes y tratamiento médico.
La delegación diplomática cubana liderada por Josefina Vidal se reunió esta semana con funcionarios del Departamento de Estado en Washington. Los castristas dijeron que Cuba “nunca ha perpetrado ni permitirá jamás acciones de tal naturaleza y nunca ha permitido que otros usen su territorio para ese fin”.
El asunto fundamental en este momento es la seguridad física de los diplomáticos y sus familias. Los ataques ocurridos son una versión de un ataque por un francotirador que puso en su mirilla a los norteamericanos, de la misma forma que Fidel Castro, sin arriesgarse, utilizaba su famoso rifle de mirilla telescópica para matar a gran distancia a soldados cubanos en la Sierra Maestra.
La Habana tiene la responsabilidad de identificar a los agresores y entregarlos a la justicia norteamericana. Cinco senadores han pedido al presidente que cierre la Embajada. Es difícil que el presidente Trump ignore lo sucedido y el pueblo americano no lo apoye en las medidas que tome para proteger a los diplomáticos.
Director ejecutivo del Center for a Free Cuba, con sede en Washington, DC.
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